jueves, 20 de abril de 2017

Amistad.


Es 20 de Abril. Estoy sentada en la silla de mi habitación, incomoda pero acogedora desde pequeña. Ella ha aguantado el peso de mi ropa cuando volvía tras una noche larga de fiesta. Estamos a 22ºC, o quizás más, no sé, a lo mejor pienso eso por las inmensas ganas de comer helado todo el rato, o porque huelo a verano ya. Pero aún es 20 de Abril, y mientras hoy me dirigía a la Universidad, escuchaba como decían en la radio qué destino escoge la gente para pasar sus vacaciones de verano. ¡Verano, bendito verano!. No sé cómo al escuchar una palabra, vibra todo mi cuerpo. Pero lo que más vibran son mis pensamientos, y con ellos, las sensaciones y recuerdos de los mejores veranos  gracias a las mejores personas, mis amigas. Llega el verano. Llegan las tardes interminables. Llegan las risas. Llegan las noches donde perdemos la noción del tiempo. No cambio por nada una tarde de verano al lado de ellas, las que mejor me entienden, las que con solo una mirada, basta, las que me conocen mejor, que yo misma me conozco, las que me hacen cosquillas hasta reír, con las que tengo las fotos que se juraron y perjuraron no destaparse su existencia por motivos de imagen y dignidad. Ellas, que tienen esa calma, alegría, templanza, animo, esperanza, nervios, todo en sus enormes abrazos, los mejores abrazos.
En el mundo tenían que estar lleno de más risas y de menos dolor, si sí, de risas de esas intensas, de las que duele la tripa y no puedes parar de soltar una y otra carcajada y otra mas y sientes que te falta el aire pero lo único que te importa es que eres libre y feliz. En el mundo tenía que existir más gente que grite, que viva, que sueñe, que quiera cambiar y que cambie cuando quiera. Gente que sienta lo que hace y que haga lo que sienta siempre. Más gente como mis amigas, que son parte de mí, de mi familia, y la vida sin ellas no sería lo mismo.



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